No siempre hemos cocinado nuestros alimentos. De hecho, el ser humano es el único animal que procesa su comida mediante el uso del fuego. Lo que vamos a descubrir en estas líneas es desde cuándo. La comunidad científica venía remontándose a 500.000 años atrás para indicar el momento en el las llamas empiezan a iluminar una cueva habitada. Sin embargo recientes descubrimientos nos hablan ya de una relación humana con el fuego… ¡hace 790.000 años!

En cualquier caso parece indiscutible (a salvo de futuros descubrimientos, como siempre ocurre en este campo) que fue Homo erectus el primero en domesticar y controlar el fuego.
En un principio no sabían encenderlo, había que esperar a que la Naturaleza les bendijera con un rayo que cayera sobre materia vegetal combustible. Luego vendría el problema de transportarlo hasta la cueva y mantenerlo encendido ya que, si se apagaba, Erectus tendría que esperar, quizás meses o años, al siguiente rayo. ¿Se prestaban fuego entre comunidades cercanas? No podemos saberlo a ciencia cierta ¡Pero nos gusta imaginarlo!
De repente, y las primeras evidencias las encontramos hace 10.000 a 15.000 años,
el ser humano sabe crear fuego.
Quizás un fragmento de pedernal que golpea una veta de pirita y hace saltar chispas sobre materia seca combustible. Nuestro antepasado repite el proceso intencionadamente una y otra vez, hasta que lo consigue. O tal vez fue intentando agujerear un trozo de madera seca con otro palito de madera y la fricción provoca tal calor que se crea una pequeña brasa que alguien no tarda en colocar cuidadosamente sobre líquenes secos.
Por percusión o fricción, una vez que consigue domesticarse el fuego, la vida en las comunidades prehistóricas cambia radicalmente y ya nada vuelve a ser como antes.

Su calor permite a nuestros antepasados viajar a zonas más frías y una vez allí les posibilita sobrevivir a las glaciaciones. El fuego les permitirá llevar un trocito de sol al interior de las cavernas para explorarlas y continuar trabajando de noche aumentando las horas productivas. También mantiene alejadas a las fieras, endurece las puntas de las lanzas y vuelve más fácil de tallar el sílex.

Y, como decíamos al principio, cambia la dieta: muchos productos (granos, vegetales gruesos…) se vuelven comestibles gracias a su paso por la hoguera y se reducen las infecciones intestinales al matar el fuego los parásitos de la carne cruda. Además, ahora los niños y ancianos pueden masticarla alimentándose mejor, un detalle que influirá demográficamente en la Humanidad. El resto más llamativo se encontró en Pech de l’Azé (Francia): se trata de una plancha neandertal de piedra para asar carne ¡Y parece ser que le daban bastante uso!

En definitiva, y como señala Eduald Carbonell, fue un progreso fundamental porque permitió otros progresos que a su vez abrieron la vía a otros progresos. Fue el punto de origen de una reacción en cadena que ha llevado hasta nosotros.